Navidad
«Ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor»
"Ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor"
"Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor". (Lc 2,6-14).
Este acontecimiento, ocurrido hace más de dos mil años, se renueva cada año. En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén. Y así hoy, como nos recuerda el papa Francisco, "en los afanes de nuestro tiempo, realmente se encarna de nuevo la Palabra eterna de salvación, que dice a cada hombre y a cada mujer; que dice al mundo entero —este es el mensaje—: Yo te amo, yo te perdono, vuelve a mí, la puerta de mi corazón está abierta para ti".
Es tiempo de Navidad. Es tiempo de Jubileo. Es tiempo de ser peregrinos de Esparanza. La Puerta Santa está abierta y la Puerta Santa del Jubileo, explica el Santo Padre "representa a Jesús, Puerta de salvación abierta a todos. Jesús es la Puerta; es la Puerta que el Padre misericordioso ha abierto en medio del mundo, en medio de la historia, para que todos podamos volver a Él".
Mensaje de Navidad del presidente de la CEE, Mons. Luis Argüello
Alegre y Santa Navidad queridos amigos. Permitidme que me cuele un momento en vuestra casa, en este momento de reunión familiar, para deciros Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres a los que Dios ama tanto.
Sí, hemos de alegrarnos por esta buena noticia. Por eso quiero dirigirme especialmente, en nombre de la Iglesia que peregrina en España, a aquellos que pensáis que para vosotros no es la Navidad. A quienes experimentáis la soledad o la ausencia de algún ser querido, para vosotros es bueno decir que el niño Dios se llama en Emmanuel, Dios contigo, Dios con nosotros, Dios que acompaña, Dios que está en lo más profundo de nuestros corazones y además viene a visitarnos desde fuera. También naciendo entre unos agujeros de las peñas que hacen de establo.
Feliz y Santa Navidad a los que sufrís cualquier otro tipo de circunstancias que tienen que ver, a veces, con conflictos dentro de nuestras propias familias, o con situaciones de falta de vivienda, o con problemas a la hora de encontrar un lugar donde trabajar que tantos de nuestros conciudadanos, especialmente quienes habéis venido de fuera, experimentáis. Para vosotros es bueno caer en la cuenta de que el niño que nace se llama Jesús, el Salvador, y que quiere extender su salvación pidiendo que los que formamos parte de la Iglesia colaboremos con Él en la encarnación de la salvación que Él nos trae.
Permitidme que os haga una sugerencia en esta noche, que está tomada de lo que el papa Francisco nos dice en su carta sobre el amor que Dios nos tiene manifestado en su corazón. Sí, Él nos propone que seamos una casa de hospitalidad, que lo divino que viene a nosotros precisa de una casa, de una casa que acoja su presencia, una casa de hospitalidad. ¿Cómo construir esta casa? Pues con lo que somos y tenemos. No hace falta que pensemos en lo mejor que está en nuestros corazones o en nuestras viviendas. Ofrezcamos como casa de hospitalidad incluso aquello que parece que nos duele, que nos hace daño, que no merece la pena enseñárselo a nadie. Precisamente, el niño que viene quiere acoger, que le acojamos, mejor dicho, en nuestras casas, en la casa de nuestro corazón, siendo una casa de hospitalidad desde los rasgos concretos de nuestra vida.
Él viene a nosotros, la casa de hospitalidad le acoge y se produce un sorprendente y maravilloso intercambio que también os propongo vivir. El que quiere venir a la casa de hospitalidad se hace Él para nosotros casa hospitalaria. En Él podemos descansar nuestros agobios, con Él podemos compartir nuestras alegrías, a Él podemos ofrecerle lo que nos pesa y lo que nos duele.
Y así, quien es casa de hospitalidad para nosotros, nos va a decir, sed vosotros casa de hospitalidad para los que a vuestro alrededor necesitan ser acogidos. Aquellas madres que están sufriendo porque no saben si seguir adelante con el embarazo de su hijo. Aquellas personas que llaman en otro sitio o consultan en páginas de internet cómo poder encontrar una vivienda. Aquellos que han llegado hacia nosotros viniendo de otros lugares y andan desconcertados porque soñaban con un paraíso y se encuentran con extraordinarias dificultades. Sí, el niño nos propone que seamos casa hospitalaria para los demás. Él es casa de hospitalidad para nosotros y quiere que preparemos nuestro corazón para acogerle a Él y acoger a los hermanos.
Alegre y Santa Navidad queridos amigos. Vivamos una alegría que es compatible con las lágrimas en los ojos, con el dolor de las manos, porque Él viene a darnos una alegría que no depende de lo de fuera, sino que es un acontecimiento íntimo si nuestro corazón se vuelve casa de hospitalidad y aparece iluminada incluso en las tinieblas de las noches de nuestra vida para que podamos cantar con los ángeles y los pastores: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres a los que Dios ama.
Feliz, alegre y Santa Navidad, queridos amigos, queridas familias.